No se lo digas a nadie: masculinidad. poder y sociedad ~ UNA VISTA PROPIA

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23 de junio de 2007

No se lo digas a nadie: masculinidad. poder y sociedad

Primera novela de Jaime Bayly, No se lo digas a nadie, apareció en Lima en 1994 y se convirtió inmediatamente en un éxito de librería. La novela, situada en Lima, narra la historia de Joaquín Camino desde su infancia hasta ser adulto. Se trata de un muchacho de clase alta que vive en una familia tradicional y de dinero. Sus padres, Maricucha y Luis Felipe, son “gente decente” que intentan hacer de su hijo un digno representante de su clase y de su género: “un hombre de poder”. Ellos, como clase alta, manejan un capital simbólico que es la base de su reconocimiento social y de su poder. Este capital está compuesto por un conjunto de elementos altamente valorados como son el ser blancos, la educación de élite, las relaciones, los viajes a Miami, el dinero, las propiedades y otros signos de distinción.

Luis Felipe, padre del protagonista, encarna el modelo de masculinidad hegemónica a través de la cual se reproduce el grupo y su poder. Sin embargo, Joaquín no seguirálas propuestas de sus padres. Él descubre su homosexualidad y se ve inmerso en un contexto que repudia y estigmatiza esta opción, aun cuando muchos de los más destacados personajes de la sociedad limeña mantienen una doble vida. El protagonista se ve involucrado en un juego de máscaras en el que la clase alta trata de preservar su imagen y mantener su estatus negando públicamente la homosexualidad. Vive la discriminación por su opción sexual, pero es testigo —y actor— de otro tipo de abusos vinculados al racismo y a la discriminación social.

Desde la mirada de la clase alta, Joaquín Camino es un peligro, representa la transgresión y se ubica en el límite de lo abyecto: es homosexual y busca ser reconocido públicamente. Esto es inaceptable para el grupo social del cual forma parte, por ello tiene que ser marginado. Para los miembros de este grupo, sus vástagos varones —destinados a mandar— son (tienen que ser) la representación más neta de la masculinidad hegemónica que se impone al conjunto social como la única válida y la mejor. En este supuesto, el que uno de “sus hijos predilectos” sea homosexual y lo haga público implica un cuestionamiento de su legitimidad y de las bases que sostienen su poder. Es perder el capital simbólico que sustenta su dominación. El ser homosexual es aceptar una feminización que simbólicamente denigra al varón y lo inhabilita para el ejercicio de la función pública, la representación y la autoridad. Por ello no puede ser aceptado.

La decisión de abandonar Lima para irse a residir fuera es expresión de este mandato, de lo intolerable que resulta para este grupo la aceptación pública de la homosexualidad en uno de los de su clase. En la segunda parte del libro se describen los avatares del personaje en relación con sus parejas homosexuales y con su trabajo como periodista. La novela concluye fuera de Lima, donde finalmente Joaquín Camino decide quedarse a vivir.

La novela, ambientada en el contexto de crisis económica y violencia política, es una mirada a la clase alta, al racismo y a los temores que se enfrentan en un país convulsionado y en el cual sus privilegios son cuestionados desde abajo. Se sienten amenazados por los terroristas y sus ataques, pero sobre todo por “los igualados”, aquéllos que habiendo sido despreciados e inferiorizados por su condición social o étnica (los cholos, los pobres, los indios) son ahora parte de los grupos de poder con los que tienen que interactuar y negociar.

La obra nos habla de la homosexualidad, pero es a la vez un testimonio de la incomprensión y la soledad que sufren los jóvenes homosexuales de los sectores socioeconómicos altos. Bayly, a través de su personaje Joaquín Camino, muestra la represión de la homosexualidad y la doble moral que rige el comportamiento de estos sectores. El problema no es tanto la homosexualidad como su reconocimiento público. De acuerdo con Bourdieu (1995a), se puede pensar que ello se debe a la importancia que tiene para el grupo social mantener los códigos al interior de su propio “campo”, éstos no pueden ser conocidos por otros, pues parte de sus privilegios se basan en esta “distinción”.

Por de otro lado, el campo, entendido como el conjunto de relaciones objetivas que establecen los agentes en un ámbito (Bourdieu, 1995a), requiere para su reproducción que los que estén en él se encuentren concernidos por estar en el “juego” que ese campo propone; esto es lo que Bourdieu llama l´illussio, interés. En este contexto, el personaje de Joaquín Camino rompe las reglas del juego, pues no acepta lo que es exigido en ese campo como fundamental: la masculinidad hegemónica es heterosexual (públicamente) y condena la homosexualidad. No hay margen para el cambio; incorporar la posibilidad de la opción homosexual no es posible. La masculinidad es la base del orden social y debe mantenerse. Joaquín Camino se convierte en marginal y peligroso, pues lo que “él sabe desde adentro” puede poner en riesgo la legitimidad del grupo y su reproducción social.

El ejercicio de la masculinidad hegemónica se engarza con la dominación étnica, de clase y de género. Para los varones blancos de la clase dominante sus deseos no tienen límites. En el caso de Luis Felipe, que representa el caso extremo —el del patrón que pretende ser servido, atendido y admirado—, sus deseos se expresan abiertamente y buscan satisfacción inmediata. No hay ningún tipo de contención. Toma todo lo que está a su alcance. Se trataría de deseos “no educados” que buscan ser satisfechos a cualquier precio, sin ningún límite ni culpa.

Esta noción de la falta de límites se encuentra también en los otros varones y en la manera en que se ubican en el mundo. Los únicos límites se fijan en los encuentros homosexuales. Ése es el único caso en el que hay restricciones autoimpuestas por el propio grupo. Esta autocensura se explica por la denigración asociada a la conducta homosexual. Se trata de lo abyecto, lo que se evita a todo costo. Es una mancha que los varones de la clase alta no pueden exhibir. Los encuentros tienen que ser en secreto, pues es la única manera de no ser estigmatizados. De otra manera perderían la posición de privilegio que intentan mantener.

En tanto varones de clase alta su relación con los varones de otros grupos sociales es importante en la definición de su poder y hegemonía. Ellos manejan el capital simbólico que socialmente se reconoce como parte de su prestigio y poder. Encarnan también el éxito y el logro; por ello, el denigrar al otro, al diferente, al cholo es parte de su estrategia de reproducción social como hombres de poder.

En el análisis de personajes e interacciones hemos podido detectar relaciones de subordinación pero también de alianza y complicidad entre los varones de diferentes grupos étnicos y sociales.7 Pero el poder y la hegemonía de este grupo social no son lo sólido que parece. Por el contrario, no pocas fisuras parecen advertirnos de su fragilidad y su decadencia. De hecho, su hegemonía es cuestionada desde diversos frentes.

En el ámbito económico su tranquilidad y permanencia se ve amenazada por el terrorismo y la destrucción que sus acciones provocan. Hay un cierto temor al futuro que lleva a algunos de ellos a sacar sus capitales fuera. Se trata de una situación de incertidumbre no sólo económica, sino también social y política. Ellos son amenazados y sus vidas corren peligro. Por otro lado, existe una sensación de pérdida de exclusividad en los espacios que están siendo invadidos por otros grupos sociales: “los igualados”, fruto de los cambios promovidos por Velasco Alvarado. El choleo permanente muestra el disgusto y el malestar de las clases altas frente a la creciente presencia de los “cholos” en los espacios donde ellos transitan. Aun cuando la clase alta busque la exclusividad en clubes y en otras esferas del consumo (artístico, cultural, etc.), los “cholos arribistas” parecen pugnar por entrar en ese campo en términos bourdianos.

Como dice uno de los personajes, “los cholos se han igualado” y la mentalidad servil y de admiración y devoción por el patrón tiende a desaparecer. Por ello, Luis Felipe, encarnación del patrón, expresa esa pérdida, esa frustración que se canaliza a través de la agresión y el dominio feroz, parodia de un poder y una omnipotencia en peligro que se niegan a aceptar. Esta dificultad en aceptar los cambios tiene que ver con una imagen esencialista que estos grupos tienen de sus privilegios. Para ellos, la diferencia viene de la cuna, son esencialmente diferentes a los otros, quienes por su “choledad” pertenecen a otra naturaleza. Desde ahí se establece la jerarquía y no es posible la convivencia en igualdad. Las opciones que en la novela se plantean son la exclusión y el aislamiento.

La novela nos permite acercarnos a ciertos rasgos del sistema social peruano y a la manera en que se entrelazan los ejes de género, clase y etnia. A partir del relato podemos establecer una analogía entre el orden social, el poder de la clase alta y la masculinidad hegemónica. La homosexualidad, los encuentros nocturnos, las drogas aparecen asociados a espacios oscuros, marginales, peligrosos, sucios. En resumen, los símbolos del desorden, del caos, de la disrupción social (Douglas, 1973).

Los terroristas amenazan el equilibrio social, la ciudad está sucia y la seguridad personal no existe. Cada uno tiene que salir adelante como puede, no hay un orden que se respete. En este contexto, la novela devela la doble moral presente en los grupos de clase alta y elabora una crítica a sus instituciones más representativas como son la escuela, la Iglesia y la familia. Muestra su doble faz, su falta de moral, su racismo, prepotencia e incapacidad de comunicación.

Además, si se ve con detenimiento la novela muestra que son estos grupos, portadores de los aspectos más retardatarios, los que impiden el acceso a la modernidad, pues son ellos quienes reproducen el machismo, la homofobia, el racismo, la intolerancia, el fanatismo religioso, etc. (Fernández, 1998). Esta interpretación es también corroborada por Neira (1996), para quien la novela es una censura abierta a formas de vida colectivas que pasan a ser reveladas a partir del eje de la homosexualidad. Pero, como lo señala Neira, el tema que subyace a la homosexualidad es la revelación pública y la crítica social a grupos e instituciones que, en apariencia probos y cultos, son en realidad corruptos, falsos y reproducen sistemas de dominación étnica, de clase y de género que impiden una salida para el país. Frente a esta situación, ¿cuáles son las alternativas? Me parece advertir varias salidas. Una es la del ghetto, aislarse y protegerse en el ámbito privado, generar nuevos campos y desplegar la distinción.

Pero ello tiene sus límites en el ámbito público en donde el discurso moderno, de ciudadanía y democracia tiende a instalarse y a ser justificado. Es por ello que la salida fuera del país, el cambio de nacionalidad, la búsqueda de pasaportes extranjeros aparece como una opción. Otra salida parece ser la exacerbación de la prepotencia y la búsqueda irrefrenable de reconocimiento social. Se trata de la no aceptación de los cambios y la pertinacia en mantener los privilegios a costa de todo. Su autoestima, centrada en la admiración y reverencia de los otros, se ha visto mellada y una salida puede ser reafirmar su superioridad y su amor en sí mismos negándose a ver la realidad. La búsqueda de líderes autoritarios que puedan reordenar
nuevamente el escenario social a su favor puede ser una salida. Finalmente, una tercera salida puede ser el cinismo. Se trata de sobrevivir manteniéndose a la distancia, sin compromisos fuertes y aprovechando las oportunidades que el medio le brinda. En la medida en que no existen reglas (pues desaparecieron aquéllas que justificaban su privilegio) no hay límites y ellos son capaces de todo.

Vivir el momento, ningún compromiso. La falta de identidad social permite explorar lo abyecto desde los intersticios. Es el caso de Joaquín Camino, quien desde su posición homosexual marginal es capaz de observar y sentir lo que significan estos espacios de exclusión.

Patricia Ruiz Bravo
Extracto de la tesis de maestría: “Representaciones de la masculinidad en la narrativa joven en el Perú”, PUCP, Lima, 1999.

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