La teoría de Laura Mulvey; voyeurismo, fetichismo, narcisismo y sadismo en la narrativa de Hollywood
El cine clásico es por antonomasia el espectáculo de la mirada. Un lenguaje que, gracias al desarrollo del esquema de producción del maistream –Hollywood, claro está- se consolidó como la industria narrativa dirigida al placer voyeurista de un espectador típicamente masculino. Laura Mulvey desarrolló toda una tesis al respecto, cuando en 1975 publicó ese hito de la teoría feminista del cine que es "Placer Visual y Cine Narrativo".
Hay sin duda un antes y un después de este polémico artículo. La mirada del espectador y la mirada del personaje ya no volvieron a ser consideradas “inocuas”. Por el contrario, el papel de la mirada se reveló trascendental a la hora de analizar la ideología subyacente en un filme. Las reacciones críticas ante el trabajo de Mulvey fueron tales, que en el 81 publica una respuesta: “Afterthoughts on Visual Pleasure and Narrative Cinema”.
Partiendo del psicoanálisis, Mulvey estudia el cine de Hollywood de los años 30, 40 y 50, desde la hipótesis de que la diferencia sexual queda marcada a través de la mirada. La representación patriarcal recoge la jerarquía binaria activo/pasivo, sujeto/objeto, de nuestras culturas, dándole al hombre el papel del sujeto que mira; y a la mujer el lugar del receptor de esa mirada, el objeto de deseo.
Por lo tanto, la narrativa del cine de Hollywood (dominante, masculino) inscribe al personaje femenino como objeto erótico, soporte del deseo masculino. El protagonista hombre, portador de la mirada, es el elemento activo del filme: el sujeto de la narración, el centro de la historia que desencadena los acontecimientos, de tal forma que para obtener la gratificación simbólica propia del cine, el espectador se debe identificar con él. Así obtiene placer y llega a la catarsis.
Ante esta dinámica, el personaje femenino connota un problema que cada película debe resolver. Como objeto erótico y sede de la sexualidad, implica una amenaza de castración que logra ser disuelta de dos formas:
• mediante la fetichización de la mujer-personaje, que la consagre como imagen-objeto,
• o a través de alguna forma de dominación sádica que la sujete y controle.
Este tipo de narrativa no causa problemas para un espectador masculino, que se puede identificar plenamente con el protagonista. La espectadora, en cambio, vive una identificación “conflictiva”. Más aún cuando el personaje femenino es fatalmente escindido entre la mujer fálica y perversa (la prostituta, la amante, la mala madre) y la mujer virtuosa, débil y sumisa.
Los personajes femeninos se consolidan como mujeres negociables (madres, hijas, esposas) y mujeres consumibles (prostitutas, vampiresas, mujeres de la calle).
Hay siempre una moral prescriptiva de la dominación masculina y el establishment. Cuando el personaje femenino violenta esta ley, debe ser castigado, y si en esta trangresión arrastra a un hombre, este también lo será. En los géneros típicamente masculinos –el western, el cine negro, la ciencia ficción, el cine de aventuras-, donde el personaje femenino es representado con una sexualidad que obsesiona al hombre y que llega a anularlo, la narrativa tiende a la destrucción de la mujer, y/o del hombre, o a la de ambos.
La mujer transgresora y el hombre que sucumbe ante ella son castigados con la exclusión social, la marginalidad legal o incluso la muerte. La mejor vía para reincorporar a la mujer al establishment es el amor. En géneros "femeninos" como la comedia, el musical y el melodrama, el amor romántico y el cortejo del enamoramiento son las vías seguras para anular simbólicamente cualquier forma de subversión femenina.
¿Qué placer puede obtener entonces una espectadora mujer? ¿Con qué personaje puede identificarse? El goce propio de estas narrativas es esencialmente masculino. La fantasía voyeurista es construida para un espectador hombre.
La mujer, para identificarse con las imágenes de la pantalla debe asumir una posición pasiva y narcisista: ser mirada, y una posición masoquista: ser castigada. O puede obtener placer a través de una identificación transexual con el protagonista, es decir, acepta la identificación con lo masculino en aras de ser sujeto activo.
Difícil y penosa encrucijada.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario