Entrevista a García Canclini: "No hay una idea de futuro en los políticos" ~ UNA VISTA PROPIA

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19 de julio de 2007

Entrevista a García Canclini: "No hay una idea de futuro en los políticos"

La ruta de Néstor García Canclini tiene un ida y vuelta constante entre la Buenos Aires donde se formó y el México DF donde se especializó y se afincó. Siempre vuelve a la Argentina, está presente en cuerpo o con sus artículos y libros para hablar de la América latina contradictoria, la de la brecha profunda entre ricos y pobres, la de las desgracias y promesas, la de los sueños y desilusiones, la de la desconexión, la diferencia y la inequidad. El antropólogo argentino radicado en México ha marcado una huella en los estudios culturales latinoamericanos difícil de borrar. No casualmente en el año 2005 fue distinguido por la revista francesa Le Nouvel Observateur como uno de los 25 pensadores más influyentes de la actualidad.

Su último libro publicado se titula Diferentes, desiguales y desconectados (Gedisa). Cuando lo presentó en Buenos Aires sostenía que Latinoamérica no entiende términos como hipermodernidad o neomodernidad sino que todavía vive en la siempre cuestionada modernidad. "Nos hemos alejado del proyecto de la modernidad ilustrada que buscaba un sentido del conjunto de la sociedad en el que la educación y la salud fueran para todos. Pero estamos en una época en que ciertos objetivos de desarrollo tecnológico, la importancia de la innovación, los movimientos emancipadores y su represión necesitan ser leídos bajo las claves de la modernidad", afirmaba.

Formado en filosofía y antropología, Canclini dice que la desigualdad de la que habla en ese libro no estuvo necesariamente signada por la aplicación de modelos económicos: "Por eso les doy poca importancia a las teorías económicas de la desigualdad. En America latina, la desigualdad posee bases económicas, historias, simetrías, explotaciones internas y externas. Al mismo tiempo es el resultado de discriminaciones y estereotipos que nos han fijado en un lugar de los que duermen la siesta, de los que no quieren afrontar la complejidad y la dureza del mundo tecnológico, que prefieren las relaciones familiares o de compadrazgo a la competencia económica. Esto es poco cierto, especialmente en las grandes ciudades. Sin embargo, buena parte de la configuración y la reproducción de la desigualdad en Latinoamérica es el resultado de estos estereotipos y de un acceso diferencial y desigual a los recursos de la última modernidad."

Este diálogo con Ñ se realizó en dos entrevistas separadas en el tiempo. La primera se concretó en 2005 y la segunda, hace pocos días. Y en estas charlas, García Canclini se refirió al papel de los intelectuales en la coyuntura global regional, al de los políticos, a los hispanos en EE.UU. y al futuro latinoamericano, entre otros temas. Con un esceptisimo optimista analiza esta coyuntura que nos tocó en suerte.

- —¿Cómo ve al intelectual latinoamericano en el escenario mundial del pensamiento? ¿Es escuchado?
- —En Europa —España incluida— tienden a prestar poca atención al pensamiento o las ciencias sociales en América latina. En los últimos años han considerado más la narrativa. Pero ni en Francia ni en Alemania ni en Inglaterra ni en España trasciende en general lo que se produce en América latina. Hay un buen diálogo europeo y estadounidense con los especialistas en América latina o en ciertos países, como la Argentina, Brasil y México. Pero las principales figuras del pensamiento latinoamericano que no se ocupan sólo de su país sino que han discutido temas de la modernidad, de la globalización, en general no entran en el debate teórico de las metrópolis. De todos modos, ha mejorado el diálogo. Hay varias decenas de libros de autores de primer orden de América latina traducidos al inglés.

- —¿Y dentro del propio terreno latinoamericano, son escuchados, son influyentes?
- —Existe una tradición larga de presencia de los intelectuales en la esfera pública. Hay una circulación fluida entre la academia y el periodismo, y en algunos casos con medios audiovisuales como la radio y la televisión. Por el contrario, los intelectuales anglosajones rarísimas veces son interlocutores de los políticos. En Estados Unidos un intelectual no es invitado a la televisión y menos si tiene un pensamiento crítico.

- —¿Qué actitud mantienen los latinoamericanos ante la estrategia de seguridad que cierra las fronteras de Estados Unidos y Europa?
- —En Estados Unidos ya hay más de 40 millones de latinoamericanos. Además se produjo un cambio cualitativo y cuantitativo en las dos últimas generaciones de hispanohablantes en Estados Unidos ya que un alto porcentaje posee educación secundaria y universitaria, son consumidores calificados, creadores sofisticados, que pueden llegar a las escuelas de arte, a producir en las fronteras de la comunicación, en Miami, en Los Angeles, influir en lo que se produce para los consumidores hispanohablantes. Las recientes manifestaciones masivas de latinoamericanos residentes en Estados Unidos en defensa de los derechos de los migrantes evidencian que comienzan a crearse condiciones para que no los traten sólo como consumidores y trabajadores precarios; piden que los consideren ciudadanos. Pero los gobernantes latinoamericanos dan apenas una solidaridad tibia o se limitan, como el presidente mexicano, a celebrar las remesas de dinero que envían a América latina. Por otra parte, creo que hay cuatro o cinco países que le importan a Estados Unidos como mercados: México, Brasil, luego la Argentina, Chile. Como proveedores de materias primas hay que incluir también a Venezuela por el petróleo. Y habría uno más que es Colombia, pero básicamente por la producción de drogas y el alto porcentaje de territorio que controla la guerrilla. Las presiones políticas cada vez toman menos en cuenta las dinámicas internas de los países latinoamericanos. Hasta les produce sorpresa que con cierta frecuencia, como ha ocurrido con Irak, haya países que voten en contra o se abstengan. O desafíen el ALCA, como ocurrió en la cumbre de Mar del Plata hace unos meses

- —¿Una situación similar se presenta en el plano de las industrias culturales?
- —Con algunos matices. Por ejemplo, los países latinoamericanos más fuertes, más numerosos en cuanto a población y cantidad de consumidores, con acceso al cine o la televisión, son mercados atractivos. No son mercados menores. Uno ve que los líderes de la Motion Pictures, como ocurrió muchos años con Jack Valenti, se toman la molestia de viajar a Latinoamérica, a hablar hasta con los presidentes para garantizar la mayor expansión del cine de Hollywood. La mejor defensa es, para nosotros, fortalecer la producción cultural endógena, no el nacionalismo aislacionista.

- —¿En qué etapa del modernismo o posmodernismo cree que se encuentra nuestro continente cuando la brecha entre ricos y pobres no deja de crecer y cuándo también aparece y se profundiza la llamada "brecha digital"?
- —Hay cambios significativos en el carácter de esas brechas socioeconómicas y culturales. Hasta hace unos 20 años eran sobre todo brechas étnicas y económicas, o divisiones regionales o lingüísticas, como entre hispanohablantes y brasileños. Ultimamente la brecha digital se ha vuelto decisiva y han acentuado algunas distancias o asimetrías anteriores. No llega al 20% la población latinoamericana que tiene acceso a Internet. Y sabemos que eso está asociado a una serie de destrezas, capacidades de acceso a la información, entretenimientos e innovaciones que agrava las distancias que antes eran generadas por las desigualdades internas de cada nación. Son diferencias y desigualdades internacionales, y a veces hay más proximidad entre las elites de las grandes ciudades latinoamericanas, con las elites de Europa y Estados Unidos, que con las masas populares de cada país.

- —¿Usted cree que los jóvenes latinoamericanos construyen una idea de futuro en sus subjetividades escépticas?
- —Sí, pero de otro modo. Se ha estudiado un poco el llamado presentismo de los jóvenes, pero no es un rasgo exclusivo de ellos. Es una característica instalada en un conjunto más amplio de discursos sociales: la publicidad, la moda y otras formas de comunicación tienden a acentuar la experiencia del presente, lo que se puede lograr hoy, y descartar lo demás. No hay mayor prospectiva hacia lo que va a ocurrir el año próximo y menos en una década. Sin embargo, vemos una contradicción entre este discurso presentista instalado en la comunicación social masiva, generalizada, y el disciplinamiento en el uso del tiempo que imponen las compras a plazos, financiadas, que implican compromisos largos, estabilidad en el trabajo, en la familia. Eso permanece como una exigencia subrepticia, poco explicitada pero que obliga a tener continuidad. En América latina hay un desdibujamiento del saber histórico en la escuela y en las referencias de las nuevas generaciones. Ha crecido la referencia a culturas lejanas pero contemporáneas, o que pueden tener largas tradiciones, como las asiáticas, pero sin hacer la experiencia de esa densidad histórica, sino apropiándose de una disciplina de meditación, o un recurso de entrenamiento corporal o de salud, o formas de conocimiento, como si se pudieran adquirir sin hacerse cargo de la cultura en aquella en la cual fueron generadas.

- —¿Y desde los poderes políticos actuales en Latinoamérica se proyecta una idea de futuro a nivel país?
- —No se ve. Si uno recorre las agendas de discusión preelectoral de los últimos años todo se refiere a denuncias, videos que muestran corrupción, cuestiones muy recientes y de poca prospectiva acerca de los desafíos estratégicos en comunicaciones, investigación y desarrollo. Hay mucha resistencia, incluso en los medios, a ocuparse de diagnósticos. Sólo unas pocas revistas culturales —que ninguna vende más de 5 o 10 mil ejemplares en su país— intentan hablar de agendas a varios años, de problemas estructurales que están en el origen de muchos desórdenes y frustraciones actuales.

- —¿Persiste la crisis de representación política en el continente?
- —Más bien habría que preguntarse qué queda de la representación política a través de los partidos. Miremos adonde miremos en América latina, encontramos partidos históricos desvencijados u otros partidos que están en el gobierno y podrían construir formas distintas de representatividad, pero generan sobre todo procesos de desintegración, un descontento generalizado, lucha de facciones. Hay otras formas de representatividad, no propiamente políticas, sino sociales, sectoriales, a veces corporativas que son muy importantes, y que defienden los intereses de elites: corporaciones empresariales, eclesiásticas, militares, y también movimientos sociales de descontentos heterogéneos.

- —¿Qué sentido cree que tiene hoy la palabra revolución en Latinoamérica?
- —¿Revolución?

- —Sí.
- —Casi ha desaparecido del lenguaje político, periodístico. En América latina y en el mundo, y en todo caso, cuando aparece tiene usos tan diversos que se parece poco a los momentos en que se usaba para la política transformadora y para las artes innovadoras. Se habla de revolución neoconservadora, o sea de modos de transformación radical que en este momento están administrados sobre todo por sectores de derecha, sectores conservadores. De hecho, no sólo la palabra "revolución" se ha desvanecido sino que discusiones importantes que hubo en los años 70, 80 entre reformismo y revolución también se esfumaron. Hoy se discute cómo reconstituir la esfera pública, cómo lograr formas de representatividad eficaz. Sean políticas sociales, culturales. Hay una pluralización de las demandas y por lo tanto una fragmentación de los campos en los que se buscan cambios. No se han dejado de buscar cambios. Pero faltan relatos y movimientos que integren en una visión de conjunto a la sociedad. El único relato que hemos tenido en los últimos años ha sido el neoliberal: es poco creíble y ha mostrado demasiados fracasos. Una excepción reciente es el ascenso de Evo Morales, con un gabinete casi enteramente indígena y un discurso diferente: podríamos valorarlo como una revolución, al menos étnica, pero Evo no usa ese término, y hay que esperar un tiempo para apreciar hasta dónde pueden hacer cambios.

- —¿Se podría pensar que la crisis es un estado permanente en la mayoría de los estados latinoamericanos?
- —Crisis es otra palabra tan maltratada que significa poco. Menos aún si la queremos reivindicar en el sentido griego de tamiz, juicio o deslinde. O como situación de emergencia en la cual se puede diferenciar una cosa de la otra y en que cambian las reglas y las condiciones para producir un salto hacia otra etapa. Más bien lo que encontramos es una superposición de etapas distintas de desarrollo. Quizá sea, un momento de transición más que de crisis. Mi idea es que lo que puede sostener un pensamiento crítico en este momento es no instalarse en esa transición de un modo complaciente, mantener la experiencia y la reflexión sobre las desigualdades y las injusticias.

Héctor Pavón - El Clarín
http://www.clarin.com/suplementos/cultura/2006/04/29/u-01186154.htm

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