Intimidad: una búsqueda auténtica y temible ~ UNA VISTA PROPIA

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7 de julio de 2007

Intimidad: una búsqueda auténtica y temible

Dos personas que no se conocen inician una serie de encuentros rituales (cada miércoles en un desnudo sótano) en los que apenas cruzan una palabra. Se limitan a follar (no, no vale ningún eufemismo romanticón tipo hacer el amor) sin compartir nada más que fluidos corporales y una proximidad física sobre la que van construyendo una relación. A pesar de la reticencia de ambos a implicarse, la historia acaba yéndoseles de las manos cuando uno comienza a demandar más de lo que el otro está dispuesto a dar.

Esta es una manera de contar la película con la que Patrice Chéreau (La reina Margot, Los que me quieren cogerán el tren, El hombre herido) ha soliviantado las retinas puritanas de media Europa, escandalizadas ante lo que consideran una exhibición innecesaria de pornografía encubierta. Otra bien distinta, probablemente la única que serían capaces de glosar dichas mentes calenturientas, se refocila en los 35 minutos de puro sexo (incluida una impactante violación y una felación absolutamente real) que convierten a esta producción en el filme comercial más sexualmente explícito de todos los tiempos.

En el centro de la polémica está la australiana Kerry Fox, Oso de Plata a la Mejor Actriz también en Berlín, que ya había afrontado papeles de riesgo en filmes como Un ángel en mi mesa (Jane Campion), A tumba abierta (Danny Boyle) o Welcome to Sarajevo (Michael Winterbotton). Sin embargo, el personaje de Claire exigía de ella una implicación muchísimo más personal. Tanto, que hasta podía poner en peligro su relación sentimental con Alexander Linklater, reputado crítico cinematográfico, o reforzarla definitivamente.

Al final, Linklater acabó aceptando la participación de Fox en la cinta. Hasta contó con pelos y señales en la revista Prospect la experiencia de ver a su pareja en situaciones altamente comprometidas y, para más inri, con otro. «La cuestión final fue si habría también penetración —confesó en su artículo—. Lógica o no, era una barrera que ni Kerry ni yo estábamos dispuestos a franquear. ¿Que por qué mostrar una felación o las erecciones del actor protagonista? Es una cuestión de integridad. En este caso, de llevar una historia que trata sobre sexo tan lejos como acepten los actores sin comprometer su vida personal».

El germen del guión se encuentra en dos textos, la novela Intimidad y el relato Nightlife, del escritor Hanif Kureishi, autor asímismo de Mi hermosa lavandería. Desde el primer momento, Chéreau asumió la dificultad que suponía montar una historia alrededor de una relación exclusiva- mente física. «Cuando estábamos escribiendo el guión, lo primero que decidimos fue no usar la elipsis, no cortar en ese famoso momento en el que casi todos los filmes se detienen, normalmente cuando la pareja se va a la cama. Aquí los amantes no hablan, así que si no enseñábamos lo que hacen cuando están juntos era inútil rodar la película. Debíamos superar el punto en el que una producción normal se detiene e ir hasta el placer».

MIEDO ESCÉNICO. El primer problema al que se enfrentó Chéreau fue encontrar a los actores que aceptaran semejante reto, intérpretes que, en sus propias palabras «no diferenciaran entre la parte sexual y la parte vestida de la historia». Su primera opción para el protagonista masculino fue Gary Oldman, quien, tras pensárselo bastante, rechazó el papel. «Le entendí perfectamente, porque yo tampoco lo habría hecho. Pero también me dijo que no debía cortar nada, aunque de ello dependiera conseguir el asentimiento de un actor».

Cuando finalmente completó el reparto, con Kerry Fox y Mark Rylance a la cabeza y Timothy Spall y Marianne Faithfull como secundarios de lujo, Chéreau pactó unas reglas que debían funcionar durante la semana en la que se rodaron las escenas más escabrosas: «Habitualmente, por pudor, se tiende a solucionar este tipo de secuencias lo más rápido posible, pero a nosotros no nos funcionaba esa manera de trabajar. Para huir de la improvisación, pedí que ensayáramos una y otra vez cada toma, de manera que pudiéramos coreografiar y fijar cada movimiento y que se encadenaran de manera natural. Además, rodamos con una sola cámara, de forma que Kerry y Mark sabían donde estaba en cada momento y se daban cuenta de qué parte del cuerpo estaban exhibiendo».

«Para mí era importante estar segura de que no colocaban el objetivo encima de mi culo —confiesa Fox—. De todos modos, no tardé en advertir que Mark tenía bastantes más problemas que yo para aceptar su desnudez, quizá porque los actores no están tan acostumbrados como nosotras a lidiar con este tipo de escenas».

Los dos intérpretes decidieron llegar a una serie de acuerdos previos que les facilitaran un trabajo que, como comprobaron después, los dejaba exhaustos y, en el caso de Fox, hasta enferma. «Rylance y yo entendíamos la necesidad de rodar esas páginas del guión tal y como quería Patrice —continúa la actriz—. Ambos nos pusimos totalmente en sus manos, y eso ya era un avance importante. Luego, acordamos ser absolutamente legales el uno con el otro y, por supuesto, comportarnos honesta, abierta y dulcemente. Además, prometimos decirnos cómo nos sentíamos exactamente en cada momento para que no se dieran situaciones desagradables». La complicidad que lograron palió de alguna manera la tensión que se vivió en el exiguo set de rodaje. La intensidad era tal, que los dos protagonistas pidieron que les dejaran a solas al final de cada escena para recuperarse, sin incómodos mirones de por medio, del doloroso esfuerzo que exigían.

«Intimidad no es una historia romántica ni fácil —concluye Chéreau—. Tampoco erótica, ni pornográfica. Hablo de emociones, de sentimientos encontrados. A menudo, cuando se vive una aventura amorosa, la desgracia llega casi al mismo tiempo. Es como si alguien te diese una bofetada y, a la vez, te hiciera oler un perfume muy agradable: son dos sensaciones físicas relacionadas. Si te gusta ese olor, vas a tener ganas de que te peguen».

Eugenio De Los Ríos
Suplemento La Luna. El Mundo 18/01/2002

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